domingo, 28 de diciembre de 2014

Cold coffee

-¿En qué pensas? ¿Por qué estás tan callada? ¿Te pasa algo? ¿Estás enojada conmigo? ¿Por qué no me hablás? ¿Qué te hice? Eeu, hablame.

-Perdón estaba distraída. Estaba pensando en el momento que nos conocimos, ¿te acordás? En ese café de Belgrano, no me acuerdo el nombre ahora. Me acuerdo que yo estaba leyendo en una de las mesas que daban al hogar y de repente escucho que la puerta se abre y entras vos todo mojado. Me acuerdo que fuiste directo al fuego a sacarte el piloto para que se te seque. Y cuando me estaba por ir, empezó a llover tanto que era imposible salir con esa lluvia y frío. Volví a mi mesa, pero ya estaba ocupada, entonces fui a una de las que estaban contra la calle a ver pasar los autos y la lluvia. En eso veo que me estabas mirando. Bajé la mirada y miré la tapa del libro que tenía en mis manos, Un lugar llamado aquí. Lo abrí y retomé en el capítulo nueve, donde me había quedado. Sandi Shortt había desaparecido y estaba caminando sola, cuando se encuentra con Bernard, Helena, Joan, Derek y Marcus. Cinco estudiantes que desaparecieron durante una acampada que organizó el colegio en los años sesenta y nunca los encontraron. Pero aquí estaban ahora, mayores, más sensatos y con la inocencia perdida. Y yo los había encontrado... No siquiera le estaba prestando tanta atención a lo que leía, sentía que me estabas clavando la mirada, y me intimidaba. Por eso decidí no levantar la vista y continuar con mi lectura. Capítulo 10. Cuando tenía catorce años, mis padres me convencieron para que fuera a una terapeuta cada lunes después de clase, No tuvieron que insistir mucho. En cuanto me dijeron que podía hacerle cuantas preguntas quisiera... Aajj, esa sensación. Definitivamente alguien me estaba mirando, no podía seguir leyendo como si nada pasara. Levanté la mirada y te vi, no tenías vergüenza, no me dejabas de mirar. Sentía que tenía algo, el pelo todo despeinado o algo. No sabía por qué me mirabas tanto. Entonces me paré y me dirigí a tu mesa. Apoyé el libro y sin ningún miedo te pregunté qué era lo que tanto me mirabas. Y tu respuesta: "sinceramente no sé" me llamó la atención. Ahí fue cuando me enojé. ¡Qué respuesta sin sentido! Qué tonta me sentí. Me di vuelta, volví a mi mesa y me puse a leer de nuevo. ...y que esa persona estaba cualificada para responderme, casi no hizo falta que me llevaran a la escuela... La lluvia iba parando. Me quería ir de ahí. En eso, levanto la vista y te veo parado justo al frente mío y me decís: "creo que no empezamos bien, me llamo Santiago".


(to be continued)

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